También ATLETISMO

Índice:

LA MARATÓN DE PARÍS (II). CRÓNICA EMOTIVA DE MIS MEJORES 42 KMS

LA MARATÓN DE PARÍS. (I) VIVENCIAS DE LOS 75 MINUTOS PREVIOS

LA MARATÓN ES UNA CARRERA DE RITMO… CONSTANTE

MI EXPERIENCIA, VIVENCIAS Y EMOCIONES EN LA MARATÓN DE NUEVA YORK

Mis 26 MARATONES disputados

LA MARATÓN DE PARÍS (II). CRÓNICA EMOTIVA DE MIS MEJORES 42 KMS

Acaba de sonar el pistoletazo de salida.

Subidón de adrenalina, estoy corriendo Campos Elyseos abajo, sé que tengo 42 kms por delante, pero en ese momento no piensas en ello -o tratas de no pensarlo-, solo sientes la euforia de haber comenzado la carrera y en que estás preparado física y mentalmente. Aunque esa euforia, unido a la animación del público durante toda la avenida y a dicha preparación durante los meses anteriores, te incita a correr más rápido, eres consciente, tienes aprendido, que es fundamental controlar el ritmo, casi hay que frenarse, para que no se disparen las pulsaciones, para no tener que “pagar” después -unos cuantos kilómetros más adelante- haberme “pasado de frenada”. Y es que -hago aquí un inciso- una regla de oro del maratón es mantener un ritmo constante o en todo caso ir de menos a más, es decir empezar a menor ritmo para acabar más rápido. A pesar de eso, tengo que confesar que en una gran mayoría de las maratones disputadas no supe, o no pude, seguir esa regla de oro.

[Véase mi artículo https://blogdejoselopezvinyaaldia.com/tambien-atletismo/#la-maraton-es-una-carrera-de-ritmo-constante]

Decía que el kilómetro que va desde el inicio de la carrera en los Campos Eliseos hasta la plaza de la Concordia lo viví con euforia contenida. Disfrutando.

Cuando llego a la inmensa Plaza de la Concordia con su famoso Obelisco me entra un poco de vértigo: sopla el viento, el pelotón empieza a estirarse, el perfil ya no es descendente; aunque ya el primer grupo de animación te hace subir de nuevo un poco la adrenalina. Además, se entra en la Rue Rivoli y, por su mayor estrechez, se produce mas apelotonamiento; lo mismo al dirigirnos hacia las plazas Vendóme y de la Ópera (km 3), para volver a la Rue Rívoli. Me encuentro bien, observo que voy cómodo, adelantando posiciones, es como si estuviese empezando la carrera. Buena señal.

De pronto, un gran griterío y concentración de espectadores: es el paso por la carismática Plaza de la Bastilla (km 7). Me entusiasma atravesar, entre vítores, por la misma plaza símbolo del inicio de la Revolución francesa.

Pero en este caso no se inicia ninguna revolución sino un tramo (hasta el km 15 aproximadamente) de toboganes en cuanto al perfil aunque siempre tendiendo hacia arriba. Conozco el recorrido, sé que esperan unos kilómetros duros, quizás decisivos. Me concentro en el ritmo, miro las pulsaciones, están altas, quizás la euforia de la plaza de la Bastilla, pronto logro bajarlas, pero mantengo el ritmo, podemos decir que aquí empieza la carrera, faltan unos 35 kms. Hasta el Bois de Vincennes la carrera se estira, yo voy pasando corredores, no siento la soledad del corredor de fondo. Hago aquí otro inciso: esa soledad la sentí en varios maratones poco multitudinarios del norte de España, Tuy, Gijón, Laredo, Vitoria, también en Benidorm (la mayoría de ellos ya desaparecidos, ya que la participación podía de ser de 300 o 400 corredores). Si a ello unimos la dureza del maratón, fácilmente se entenderá esa soledad que se siente cuando debes correr la mayor parte de los kilómetros en solitario y sin apenas espectadores.

Se llega a la zona del Bois de Vincennes, paso el km 10, miro el reloj y compruebo con satisfacción que el ritmo es el adecuado ya que llevo 41 minutos y 10 segundos. No obstante, a continuación paso por momentos de inseguridad, ya que si bien voy a ritmo adecuado para hacer la carrera en menos de tres horas y me encuentro bien ¿qué hago? ¿aprieto el ritmo o lo bajo? Me decido por dejarme llevar por las sensaciones, voy a seguir a ese ritmo.

Se pasa por delante del majestuoso castillo de Vincenness (km 13) donde otro grupo de musica levanta los ánimos y la euforia. Nos adentramos en el parque, todavía debe rodearse el mismo para alcanzar la media maratón. Afortunadamente cojo el ritmo de un grupo de unos veinte corredores, siento cierto alivio, acompañado, sin tensión, me entretengo en observar la vegetación, los árboles, los caminos, las grandes extensiones de praderas, la señalización del hipódromo (a la altura del km 15) y otras instalaciones deportivas, continuamos unidos los componentes del grupo, en general en silencio pero unidos por un mismo objetivo, se palpa el sentimiento de compañerismo,  escucho las pisadas de las zapatillas en el asfalto, también mi propia respiración.

Vamos girando hacia la derecha, bordeando el parque y con ello tomando la dirección hacia el Sena, hacia París.

Ahora empieza un tramo descendente, aunque todavía falta un poco para la mitad de la carrera, a la que llego (Km 21) y siento satisfacción al comprobar que llevo un tiempo de 1 hora 27 minutos (lo que entra sobradamente en los cálculos para hacer marca por debajo de las tres horas).

El grupo sigue unido, a ritmo constante. Empiezo a notar, no obstante, algo de dolor en las piernas (será el perfil descendente de este tramo que “carga” los cuádriceps), procuro no pensar en ello, centrarme en llevar la respiración adecuada, llegamos a la Gare de Lyon (km 23), de nuevo La Bastilla… Ya está cerca el Sena

Se llega a la vera del río: la Ile de St Louis, Notre Dam (km 25), aquí cambia totalmente la carrera: muchísimo público, otra vez concentración de corredores (al estrecharse la calzada), otra subida de adrenalina al comprobar la muchedumbre de espectadores y sus gritos de ánimo: Allez, allez! Pasamos el km 25 pero -ojo- hay que seguir corriendo, faltan 17 kilómetros y la parte más difícil.

El Puente nuevo, el Museu d’Orsi…. Por un lado da gusto correr cerca de monumentos tan singulares, por otro el cansancio empezar a hacer mella, además de algún dolor en las piernas empiezo a sentir también fatiga.

La maratón de París puede parecer llana, pero en la práctica -y puedo dar fe de ello- no lo es ni mucho menos. Si se observa el perfil de la misma hay continuas variaciones entre los 30 y los 60 metros de altitud y precisamente en la zona del Sena la maratón discurre en un continuo carrusel, no solo por el paso bajo el puente del mismo nombre sinó porque al transitar bajo los sucesivos puentes (de las Artes, Royal, de la Concordia, Alejandro III, del Alma) dado que la calzada junto al Sena, por la que transcurre la carrera y precisamente para salvar dichos puentes, primero se inclina hacia abajo y después cuesta arriba. Es cierto que cuando va cuesta abajo contemplas emocionado sobre el pretil del puente una multitud de espectadores animando (¡allez, allez!) que te da fuerzas para el tramo de subida, tras el que vuelve a aparecer una gran aglomeración de gentes haciendo sonar tanto sus gargantas como sus palmas y bocinas y mostrando pancartas de ánimo.

Un túnel y otro, la continua animación de la gente, pero -como decía- las piernas empiezan a cargarse, también el oxígeno empieza a faltar.

Es el momento, y ahora más que nunca, de correr no solo con las piernas sino usando adecuadamente la cabeza y los pulmones.

Empiezan los kilómetros de la resistencia, también de crear conciencia en tu respiración y de tratar de mantener una mente más tranquila… todo ello aunque pesen las piernas y éstas deben aguantar unos diez kilómetros más.

Llega otro punto de avituallamiento: además del obligado botellín de agua, en esta ocasión opto por coger una barrita energética. Otro inciso, éste sobre los avituallamientos: en una maratón es muy recomendable hidratarse, por eso digo que es esencial beber agua cada 5 kms (en que hay puntos de avituallamiento); otra cosa es si conviene o no tomar o beber otros productos o líquidos (bebida isotónica, geles, plátanos, barras energéticas, frutos secos…), sobre lo cual mi experiencia que puedo transmitir es que no hay milagros en este sentido, que nadie crea que tomando estos productos, y cuantos más mejor, la maratón será un «paseo», ya que mucho más importante es la preparación previa y, por otra parte, a algunos puede venirle mejor hidratarse con bebidas isotónicas y a otros tomar geles de glucosa (yo particularmente tengo mala experiencia con éstos), lo más recomendable es ir probando en cada maratón y optar por lo que mejor le siente a cada uno.

Un poco más adelante se llega a la altura de la Torre Eiffel km 32): no me gusta mucho ese punto de la carrera, no se por qué, quizás porque dado el emblemático lugar aunque también hay mucho gentío predominan los turistas (que van a contemplar otra cosa), quizás porque el perfil se empina hasta el km 35, es la zona de tránsito hacia el Bois de Boulogne.

 Me duelen las piernas, resisto, ya es el tramo final. Durante el tránsito por el propio parque de Bologne parece que me recupero, logro pensar en positivo, ya solo quedan 7 kms, el tramo entre el km 35 y el 40 se me hace llevadero.

 En un momento determinado -cuando se aproximaba una señal del punto kilométrico- creía que era el kilómetro 38 pero cuál sería mi agradable sorpresa que era ya el kilómetro 39. Son solo 3 kms -pensé- y me encuentro bien. Voy a apretar, a aumentar el ritmo, decidí. Así lo hice. Pronto llega el km 40, al paso de éste todavía discurre el recorrido por el parque pero sé que tras éste se acerca la meta. Todavía aumento más el ritmo -conseguiré el objetivo de bajar de las tres horas, quizás batir mi marca personal en maratón-, ya no pienso en lo cargadas que tengo las piernas, solo en mi voluntad de resistir y acelerar mi ritmo, adelanto continuamente a corredores -alguno prácticamente parado, exhausto, a mí me quedan fuerzas hasta para animarles- y me aproximo a la meta.

Empiezo a escuchar la megafonía de la meta, se sale del parque y ya estás en la Puerta Dauphine (la plaza desde la que parte la Avenida Foch -donde está la meta- hasta la Plaza del Arco del Triunfo).

Solo faltan 500 metros, es el final, los gritos de ánimo de los miles de espectadores apostados a ambos lados de la recta de meta en la Avda. Foch resuenan en mis oídos. Disfruto, soy feliz en ese último esfuerzo final.

Cruzo ilusionado la línea de meta. Compruebo mi marca: es la mejor lograda en una maratón: 2 horas, 55 minutos y 18 segundos, ritmo de 4 minutos y 9 segundos por kilómetro. Objetivo logrado, estoy muy satisfecho

LA MARATÓN DE PARÍS. (I) VIVENCIAS DE LOS 75 MINUTOS PREVIOS

Son las 7,40 de la mañana, estoy somnoliento, hace frío, apenas está amaneciendo, afortunadamente no llueve ni está previsto que lo haga: ¡bien! las condiciones ideales, es decir frío pero sin lluvia.

Voy a disputar la Maratón de París, salgo del hotel, situado en una plaza casi escondida, al lado de la Avda. des Trenes, apenas a 600 metros de la salida, situada en los Campos Elíseos, al lado del Arco del Triunfo.

Según voy subiendo por la Avda. Wagran (¿qué hago, troto, camino, estiro? optó por caminar rápido para ir calentando lenta pero progresivamente) me va subiendo también la adrenalina. Pero no, tengo que controlarme, falta más de una hora para el pistoletazo de salida, he de controlar mi euforia, me siento libre, no como un pájaro para volar pero si para disputar una maratón más -la sexta en Paris- y el entrenamiento está hecho. En esta última hora previa solo he de concentrarme, tener pensamientos positivos, saber que voy a correr durante 42 kms junto con otros 55.000 participantes de más de 60 países, conozco el recorrido y es casi como correr en mi terreno, además llego esta vez con una buena preparación . Y efectivamente al acercarme a la inmensa Plaza Charles de Gaulle (en cuyo centro está el conocido Arco del Triunfo), se va notando y sintiendo el ambiente: muchos corredores, mujeres y hombres, jóvenes y mayores, grupos que salen de la boca del metro, gritos, cánticos, unos hidratandose, otros estirando, algunos, como yo, caminando… ¿hacia dónde? pues será una manía, quizás un medio de buscar la seguridad, pero siempre tuve en las carreras la rutina de ver de cerca con antelación el lugar exacto de la salida, máxime en maratones multitudinarias, como esta de París, en que hay «zonas» valladas de salida en función de la marca prevista (sub 2h 45 min, sub 3 horas, sub 3h 15 min, sub 3h 30 min, etc, así hasta sub 4 h 45 min), cuyas zonas están también señalizadas con un color para una más fácil identificación. Atravieso la plaza (qué bien, ya se está cerrando al tráfico y se va inundando de corredores) y camino Campos Elíseos abajo, voy comprobando los cajones de salida: sub 3 h 45…. si, ahí está el mío: sub 3 horas, color azul, sí, ese es, el mismo color que en mi dorsal. Bueno, ahora ya sé dónde es exactamente dónde tendré que colocarme cuando falten 40 minutos o como mucho media hora; y es que si «entro» en mi «cajón de salida» con menos antelación se que habrá aglomeración, prisas… 

Una vez comprobado y reconocido in situ el lugar exacto de salida, vuelvo hacia la plaza, hacia el Arco del Triunfo, ahora ya totalmente despejada de tráfico, en diez minutos los coches desaparecieron y la plaza está ya tomada por los maratonianos. Contemplo banderas multicolores, de Francia, Japón, Italia, México, Canadá, Alemania, España, Holanda, Bélgica…

Empiezo a trotar suave, despreocupado, como la plaza tiene un diámetro de unos 250 metros, me basta con rodear la misma, dar dos o tres vueltas. A continuación hago la rutina de suaves estiramientos. Continúo trotando, ahora algo más rápido, para ir cogiendo ritmo. Finalmente, para hacer los progresivos (unas diez carreras de 100 metros en progresión) utilizo una de las doce avenidas que salen de la plaza.

Son las 8:20, tengo que dirigirme ya hacia mi «puerta» de salida. Llego en tres minutos, a la entrada dos controladores, enseño mi dorsal (que es el salvoconducto de mi inscripción  y que entro en la zona correcta) y paso al recinto vallado, todavía no hay muchos corredores pero en unos minutos se va llenando, voy concentràndome, soltando nervios y haciendo pequeños estiramientos, más que nada para no quedarme frío. Pronto me veo rodeado de corredores, ya casi no puede uno ni moverse, solo saltar o hacer estiramientos isométricos, incluso de los brazos, las manos y sus dedos, así pasa el tiempo y combato el frío. Por la megafonía se intercala música con avisos y presentaciones, generalmente en francés aunque escucho algún «bienvenidos» o Spagne al relacionar los países participantes. También escucho il reste dix minutes (faltan diez minutos), lo que significa que llegó la hora, aunque a veces esos momentos se hacen interminables, voy probando y poniendo en posición de start mi reloj cronómetro y pulsómetro. Solo pienso en el momento en que se dé el pistoletazo de salida.

Tras unos aplausos y gritos de ánimo, suena el disparo.

¡Empieza la carrera! Subidón de adrenalina y a la vez controlo mi ritmo para que no se disparen las pulsaciones.

[Ver entrada e imagen de este artículo: https://blogdejoselopezvinyaaldia.com/2022/04/09/la-maraton-de-paris-i-vivencia-de-los-75-minutos-previos/]

[continuará] 

LA MARATÓN ES UNA CARRERA DE RITMO… CONSTANTE

De pequeño, en la salida de una carrera de unos 3 kms. en mi pueblo un amigo me comentó “yo voy a sprintar y ponerme el primero”. Y efectivamente tras la recta inicial de aproximadamente 100 metros se colocó en primera posición; pero al llegar yo -en una mediana posición- a alcanzar esa pequeña distancia encontré a mi amigo parado, con las manos sobre los muslos de las piernas y con la respiración entrecortada diciendo “ya no puedo más”.

Cuando unos cuantos años más tarde reanudé mi afición por el atletismo y comencé a preparar y a disputar maratones, leía en una revista especializada en la materia que entre las reglas de oro de la mítica carrera de 42 kms y 195 metros una de ellas era que la maratón “es una carrera de ritmo”. Aquéllo me sonaba a algo muy técnico, más propio de los corredores “de la élite” como denominamos los corredores “populares” o “aficionados” a los maratonianos profesionales o semiprofesionales.

Tengo que confesar que a pesar de la experiencia que fui adquiriendo y de la carrera que voy a mencionar, en la gran mayoría de las 26 maratones que disputé y finalicé, incurrí en un error similar al de mi amigo en aquella pequeña carrera.

¿Por qué incurrimos en este error?

 En primer lugar hay que dejar claro que para disputar una maratón -y digo disputar en el sentido de terminar la carrera queriendo hacerlo en el menor tiempo posible, de acuerdo con la capacidad y condiciones de cada uno, es decir no “caminar” durante 42 kms- es necesaria una preparación previa de entrenamiento de carrera continua cinco o seis días a la semana durante un año más algún entrenamiento “de calidad” (series, cambios de ritmo, cuestas) y varios entrenos “de largo recorrido” (de entre 28 y 32 kms) al menos un día a la semana en el mes previo a la competición.

Pues bien, una vez hecho ese trabajo previo, cuando se da el pistoletazo de salida, además de la euforia, del ambiente, de los ánimos del público y del locutor de turno es lógico que nuestro cuerpo nos pida -y sin duda está capacitado para ello- correr rápido, quizás no tanto como sprintar como había hecho mi amigo, pero sí correr a un ritmo superior, más veloz, del que esa regla de oro del maratón exige: es decir, si de acuerdo con nuestras condiciones y entrenamiento realizado podríamos terminar el maratón en un tiempo de 3 horas y 10 minutos, nuestro cuerpo está preparado para comenzar, y seguir durante varios kms, a un ritmo de unos 4 minutos por kilómetro. Si lográsemos mantener este ritmo conseguiríamos no solo nuestro objetivo sinó una gran marca de 2 horas y 48 minutos (es decir, 22 minutos menos de nuestro objetivo). El problema está en que, partiendo de dicho objetivo realista de hacer el maratón en 3 horas y 10 minutos, si bien podemos correr más rápido durante 3, o 5, o 10 o incluso 15 o 20 kms debemos ser plenamente conscientes, tener grabado en nuestra mente, que aún faltan por correr 39, o 37, o 32, o 27, o 22 kms, respectivamente.

Dicho de otro modo: si nuestro objetivo (en función de la preparación y capacidad de cada uno) es terminar la maratón en 3 horas y 10 minutos, debe mantenerse un ritmo medio de 4 minutos y 30 segundos por kilómetro.

¡Claro que sería posible mantener un ritmo de 4 minutos por km durante los 21 primeros kilómetros y un ritmo de 5 minutos por km durante los 21 kms restantes! Sin duda las matemáticas no fallan y al final el resultado sería un ritmo medio de 4 minutos y medio por cada km y la marca en la meta sería la buscada de 3 horas y 10 minutos. Pero eso ni es fácil ni es recomendable, y ello porque lo más probable es que al ir a un ritmo mucho más rápido del previsto el cuerpo y sobre todo las piernas acusarían un tremendo cansancio y con ello lo más seguro es que la segunda parte la hagamos no a un ritmo de 5 minutos por km sino a un ritmo mucho peor, es decir probablemente a seis o siete minutos por km. Es decir, iríamos de más a menos y además desde el punto de vista psicológico lo más probable es que nuestro ánimo se viniese abajo, además de nuestras fuerzas.

Un ejemplo paradigmático de ritmo constante para mí lo fue la Maratón de Rotterdam que disputé.

No voy a hablar de la ciudad -como en el caso de Nueva York- ya que Rotterdam aparte de una gran ciudad portuaria e industrial no es tan bonita como Amsterdam, por ello si alguien va a disputar la maratón de Rotterdam lo más recomendable (al menos es lo que yo hice) es alojarse en Amsterdam y trasladarse en tren (lo hay cada 30 minutos aproximadamente) y llegar a la ciudad portuaria en menos de una hora. Lo que quiero mostrar es mi experiencia en cuanto al tema que estoy tratando en esta entrada, es decir el ritmo del maratón.

Pues bien, aparte de haber supuesto la maratón en que por primera vez bajé de las 3 horas (en otras posteriores lo haría seis o siete veces más), lo que me supuso sin duda una gran satisfacción, fue probablemente la maratón más cómoda en el sentido de que ni sufrí el llamado ”muro” (alrededor de ese km 30 en que el cansancio acumulado hace que te encuentres con una especie de muro) ni me vine “abajo” ni física ni anímicamente en ningún  momento, ni llegué “desfondado”, “agotado” (como suele ocurrir), no solo eso sino que llegué a la meta con tales fuerzas que habría hecho unos cuantos kms más.

El perfil de Rotterdam es llano (de ahí que en esa ciudad se hayan batido varios récords mundiales) y aquél día de finales del mes de abril la temperatura era de 0º (para mí, al menos, fenomenal).

Pero circunstancias ambientales aparte (siempre hay “excusas” para justificar lo bien o mal que nos salió un maratón) lo más trascendental -y es lo que quiero poner aquí de manifiesto y mostrar de ejemplo por si a alguien le puede servir es el ritmo constante que mantuve a lo largo de toda la carrera. El chip que llevamos los corredores en la zapatilla conectado con el sistema informático así lo registró:

-Del km 0 al 5: ritmo de 4 minutos y 41 segundos

-Del km 5 al 10: ritmo de 4 minutos y 17 segundos

-Del km 10 al 15: ritmo de 4 minutos y 14 segundos

-Del km 15 al 20: ritmo de 4 minutos y 10 segundos

-Del km 20 al 25: ritmo de 4 minutos y 9 segundos

-Del km 25 al 30: ritmo de 4 minutos y 6 segundos

-Del km 30 al 35: ritmo de 4 minutos y 9 segundos

-Del km 35 al 40: ritmo de 4 minutos y 6 segundos

-Del km 40 al 42,1: ritmo de 4 minutos y 9 segundos

El ritmo medio que me salió al final es de 4 minutos y 13 segundos cada km. Si os fijáis, aparte de los primeros cinco kms (es normal, o mejor dicho muy recomendable, salir algo más despacio al principio) en el resto, es decir durante los 35 kilómetros restantes la desviación sobre el ritmo medio es prácticamente inexistente: cuatro segundos más entre el km 5 y el 10 y siete segundos menos entre el km 35 y el 40; incluso -si volveis a la tabla- fui arañando segundos al ritmo medio (el retroceso de 3 segundos justo al pasar el km 30 es anecdótico, sobre todo teniendo en cuenta que entre el km 35 y el 40 volví a recuperar el ritmo anterior).

La marca final conseguida (las matemáticas y el chip de cronometraje no fallan) fue de 2 horas y 58 minutos.

Repito: el haber mantenido la constancia descrita en el ritmo de carrera es para mí -y creo que para cualquier maratoniano- el mayor logro, el mejor éxito. La marca conseguida, ese tan deseado hito de bajar de las 3 horas, es solo la consecuencia de haber seguido al pie de la letra esa regla de oro de una maratón: es una carrera de ritmo, pero de ritmo constante.

MI EXPERIENCIA, VIVENCIAS Y EMOCIONES EN LA MARATÓN DE NUEVA YORK

[publicado este post el 12 de marzo de 2021]

Preámbulo.

La aventura de correr la Maratón de Nueva York empieza por lo menos un año antes; bueno, la gestión para participar porque lo importante para competir en una carrera de 42 kms.es la preparación física que requiere un entrenamiento previo y específico de al menos dos años.

En cuanto a la gestión, caben dos posibilidades: opción 1, solicitar sin más la inscripción y entras en la «lotería», que se celebra a finales de febrero, asignándose al azar las plazas restantes de la opción 2, para ésta debes acreditar la marca requerida para tu edad en alguna maratón que hayas disputado aportando el diploma acreditativo (yo entonces tenía, por ejemplo, la marca requerida, 2 h 58 m en maratón y/o de 1 h. 25 m. en media maratón). Opté por esta alternativa, unido a la compra de un paquete de viaje y estancia a un touroperador oficial.

Las horas previas.

Confieso que las horas previas fueron de nervios e incertidumbre, mezcla de ilusión, tensión e inseguridad.

Había que trasladarse en autobús, necesariamente, desde el hotel (en mi caso, situado hacia la calle 43 con Av. Madison) hasta el lugar de salida, en Staten Island, con unas tres horas de antelación. Si a ello unimos que previamente había que desayunar y que la carrera salía hacia las 9:30 h, pues me levanté ese día a las 5:00 am.

Me subí al autobús (a medida que nos aproximábamos a Staten Island el tráfico consistía en una caravana de autobuses en la misma dirección y con el mismo destino). No había otra forma de desplazarse, ni posibilidad de vuelta atrás: como Staten Island es, como su nombre indica, una isla, la organización de la maratón exige estar en el punto de partida con antelación de dos horas y no estaba permitido salir de la isla; la única salida era corriendo, a la hora de la salida de la maratón. El ambiente durante el trayecto en autobús era de nervios contenidos, compañerismo y solidaridad (todos íbamos a lo mismo, comentarios sobre la marca prevista, consejos, y sobre todo muchos ánimos de unos a otros).

Decía que estaba prohibido «salir» de la isla y, además, el lugar, una especie de campa de gran extensión, era un espacio militar (“Fuerte Watsworth”), lo que inducía a pensar en principio que estabas “prisionero” por unas horas. Por otro lado -se me olvidaba contar- que ese año arrastraba una lesión de periostitis tibial desde el verano; pero, claro, como ya estaba inscrito y el viaje organizado, decidí participar aunque sin aspirar a una gran marca ya que esa lesión si bien no me impidió entrenar no pude hacerlo en las debidas condiciones.

Por esto, durante ese periodo de dos horas “encerrado” en el «fuerte militar», si bien logré abstraerme del ruido ambiente (música con alto volumen, gritos y cánticos por grupos de corredores) y concentrarme mentalmente, tras hacer mis ejercicios de calentamiento y estiramiento, aparte de padecer un poco de soledad (entre la multitud de unos 30.000 corredores había perdido a los colegas del grupo español) sentía cierta inseguridad, me entraban por momentos dudas acerca de si sería capaz de aguantar los 42 kms por la lesión. Aunque he de reconocer que por encima de todo sentía ansiedad, ganas de que la carrera comenzase ya, pues me encontraba preparado mentalmente para afrontar la aventura.

La salida.

Despreocupado de colocarme en filas delanteras, lo que tampoco tiene trascendencia en un maratón ya que tu tiempo empieza a correr cuando cruces la línea de salida -donde se registra tu paso a través del chip que porta cada participante-, aunque lleves previamente andando, trotando o corriendo quinientos, ochocientos o mil metros, observé que había llegado el momento pues la gran masa de corredores y corredoras (profesionales y aficionados, debutantes o veteranos) comenzó a desplazarse hacia el puente Verrazano, pasé momentos de confusión ¿se había dado ya la salida? ¿dónde estaba la línea de salida? El pelotón de corredores avanzaba lentamente, parecía que era una marcha, de pronto sonó un cañonazo (es verdad que estábamos en una instalación militar, ya me había olvidado): ese era el llamado “pistoletazo de salida” y unos minutos después comprobé que -aunque no la ví- estaba atravesando la línea de salida pues en ésta suenan los pitidos que captan, por lo del chip, el paso de cada corredor por la misma.

Es un momento -lo viví en otras muchas carreras- en que se suelta la tensión y nervios acumulados, como cuando estás empezando un examen (que llevas tiempo preparando) al darse a conocer las preguntas a las que debes contestar y estás preparado para ello, sabes que vas a poder responder y con posibilidades de aprobar. Unos metros más adelante llegas al puente Verrazano (el que cruza la bahía y separa Staten Island de Brooklyn).

Pienso que acabo de comenzar la maratón de Nueva York, hace un espléndido día de otoño, la vista impresiona, tanto de la masa de corredores como del propio puente y de la bahía. Son momentos de entusiasmo y euforia. El pelotón empieza a estirarse, yo empiezo a adelantar corredores. Me encontraba con “fondo” suficiente para aumentar el ritmo y dejar atrás el inevitable trote inicial, aunque era consciente de que -aparte de la lesión- no podía olvidarme de una de las reglas claves de la maratón, que es saber frenarse: si tienes una preparación previa de meses y estás empezando la carrera el cuerpo te pide y te permite ir más rápido, es lógico, pero ¡ojo! faltan 42 kms. He de confesar que, a pesar de lo dicho, en muchas maratones, incurrí en ese grave error; no fue así en el de Nueva York pues por lo indicado no fui con la intención de hacer buena marca sino de terminarla, por supuesto, y si era disfrutándola mejor.

Brooklyn

Una vez atravesado el puente (que mide más de 4 kms) se entra en el segundo de los cinco Distritos de Nueva York por los que discurre la carrera: Brooklyn (el más poblado, con más de 2.600.000 habitantes, por detrás de Manhattan, y lugar de nacimiento de famosos artistas como Barbra Streisand, Eddie Murphy o Woody Allen). Aunque parece ser que, por el incremento del coste de los alquileres, este Distrito está ocupado ahora por clases sociales con mayor capacidad económica y por tanto con vecindarios muy diversos, a mí me dió la sensación de que predominaba el tradicional vecindario inmigrante, con ciertos grupos étnicos y muchos espectadores de origen hispano.

Recuerdo que se atravesaba todo Brooklyn y todo Queens por anchas avenidas, los espectadores apostados en el borde de las aceras animaban sin cesar, y no digamos cuando se pasaba delante de algún cuartel de bomberos y éstos hacían sonar sus sirenas como manguerazos de ánimo, ello te hacía subir las pulsaciones y yo, como otros, también les aplaudía en señal espontánea de agradecimiento. Lo mismo ocurría, como durante todo el recorrido, cuando en alguna plaza o punto estratégico algún grupo musical (que los había de todas clases, sonidos y etnias) tocaba y bailaba sin cesar (siempre pienso que ellos también están haciendo un maratón pues tocan, cantan y bailan no solo cuando pasas tú sino a lo largo del paso de todos los corredores por lo que su actuación puede prolongarse hasta siete horas). El ritmo de la música me daba fuerza y coraje, hasta euforia y subida de las pulsaciones.

Queens

Aunque no supe en qué punto concreto entraba en el Distrito de Queens pues aparte de estar centrado en mantener un ritmo adecuado para mis posibilidades, es decir tranquilo pero vivo, constante, y el paisaje era similar (anchas avenidas, construcciones no muy modernas de cinco o seis plantas) me dí cuenta que el paisanaje había cambiado completamente cuando por la Bedford Avenida y sus calles perpendiculares observé con curiosidad la proliferación de judíos ortodoxos, vestidos de negro, con largas barbas, sombreros negros de ala ancha y tirabuzones, sorprendiéndome que no prestaban atención a la carrera, miraban al suelo o a otro lado o hablaban entre ellos; desconozco la razón, quizá influyan sus creencias o costumbres. Pero esa indiferencia y silencio me hizo al propio tiempo recobrar durante ese tramo la serenidad quizás necesaria para compensar los momentos de euforia vividos y que se repetirían después.

Bueno, el perfil parece que se endurece un poco, llevo unos 25 kms, y todavía faltan unos 5 para llegar al llamado «muro de la maratón» (el km. 30), empiezo a notar alguna molestia en las piernas. Se inclina más el asfalto para alcanzar el Queensboro Bridge, (puente que cruza el East River para pasar a Manhattan), son momentos de cierta intranquilidad.

Manhattan

Tras cruzar el puente y para coger la Primera Avenida el tramo ascendente anterior ahora es descendente, lo que alivia el esfuerzo. Nos adentramos en Manhattan, ya en la milla 16 (km.25,700) y, de repente, estás corriendo por la Primera Avenida, atestada de espectadores, te emocionas, recibes una intensa carga de adrenalina. Percibí que era cierto el dicho de que atravesar, corriendo la maratón, la Primera o la Quinta Avenida, es como actuar en Broadway y recibir una prolongada ovación del público.

Debe recordarse que aproximadamente 2 millones de espectadores alientan a los corredores en vivo a lo largo del trazado de toda la maratón.

 En cualquier caso, me sentía orgulloso, disfrutaba de la maratón. A pesar de que por la Primera Avenida (el paisaje se reconvierte en zona de altos y modernos edificios), dirección norte, se sube por una pequeña zona de colinas que hacen bastante dura esta parte, incluso llegas al “muro” del km 30 a la altura de la calle 86 de Manhattan, la euforia obtenida y la animación popular te hacen olvidar ese llamado “muro” y pensar más con la cabeza -hay que mantener un ritmo adecuado e hidratarse siempre- y no en las molestias que puedas tener en las piernas.

El Bronx

Es el cuarto y penúltimo distrito, aunque -ojo- todavía quedan 10 kms y llevas recorridos 32. El tránsito por el Bronx, de unos dos kilómetros, se me hace llevadero.

Lo primero que percibes es el predominio de los habitantes de raza negra, de todas las edades, condición y sexo. Familias enteras, amigos, viandantes que igualmente aplaudían y animaban nuestro paso. Una pareja apostada en la acera, con tres hermosos niños, extendían el brazo (gesto típico en las maratones) para saludar a los corredores. La ternura que me causaron esos niños me hizo acercarme a la acera para, sin dejar de correr, chocar la mano con las de toda la familia. Se cruza por un par de puentes y se pasa de nuevo a Manhattan.

La Quinta Avenida y Central Park

Se baja por la señorial Quinta Avenida hasta Central Park, observo la señal del km. 35, nos adentramos en el parque, aunque se hace algo duro me encuentro con fuerzas (ya está hecho, me digo). Además, al salir otra vez a la Quinta Avenida, a la altura del hotel Plaza se gira a la derecha a la calle 59 (justo la que limita con la parte sur del Parque) y sentí una mezcla de euforia, emoción y alivio pues, además de restar solo 1,5 kms., la muchedumbre que se agolpa en la zona es tal que a ambos lados de la calle había varias filas de espectadores enfervorizados dando los últimos gestos de ánimo, entre los que escucho gritar mi nombre a mi mujer y amigos acompañantes, ello me da una nueva subida de adrenalina y ánimos más que suficientes para superar el último tramo: desde Columbus Circle hasta la meta, en Central Park, ¡solo faltan unos 800 metros!.

La mítica meta en Tavern on the Green.

Los últimos metros, además de -¿por qué no? sprintar- me resultaron fáciles: la música ambiente, el anuncio de tu nombre por el micrófono y la gran satisfacción de haber cumplido con creces el objetivo facilitaron que cruzase la meta sonriente y feliz.

No solo había cumplido el sueño de correr la maratón de Nueva York, sino lograr terminarla y con una marca que -aunque para mí discreta (3 h. 16 min.) en aquel año de 1998-, por las circunstancias expuestas me conformaba con finalizar aunque fuese con un tiempo superior a tres horas y media.

De regreso al hotel, portaba orgulloso la medalla de finisher y agradecía las congratulations que me dirigían algunos anónimos transeúntes.

Mis 26 MARATONES disputados:

Antes de relacionar los veintiséis maratones que disputé y finalicé, y de contar experiencias vividas (que lo haré en otro momento), quiero aclarar el origen de la palabra maratón y cuál es la distancia de esta carrera

Origen de la palabra Maratón: En el año 490 a.c., durante las guerras médicas, un soldado ateniense llamado Filípides fue designado para avisar a los atenienses que habían vencido a los persas en la batalla de Maratón. Filípides tuvo que recorrer 40 Km para llegar a Atenas, y -según cuenta la leyenda- en el momento de llegar y tras gritar «¡hemos vencido!» falleció por el agotamiento.

¿Cuál es la distancia de un maratón? Si bien muchas veces se utiliza la palabra para referirse a cualquier carrera de fondo, realmente solo se puede llamar maratón a la carrera que consiste en recorrer una distancia de 42.195 metros (42,195 km). Los 42.195 m por los que hoy día conocemos el Maratón datan de 1908, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Londres y la reina estableció, sin quererlo, esta distancia como la oficial de la carrera de resistencia por antonomasia. Y ello porque esta distancia es la que separa la ciudad inglesa de Windsor del estadio White City, en Londres. Los últimos metros fueron añadidos para que la final tuviera lugar frente al palco presidencial del estadio.

En la siguiente tabla consta la fecha, el lugar, el tiempo en que hice la carrera (en horas, minutos y segundos) y el ritmo (es decir, minutos/km.). También, de las que tengo referencia, el puesto en la general y, en su caso, en la categoría.

    fecha    Lugar    tiempo    ritmopuesto gral./ puesto categoría
16.10.94SAN SEBASTIÁN3:12:004:33318 (de 638 llegados)
30.04.95MADRID3:09:004:29586 (de 5000) / 103 de veter.
26.11.95BENIDORM3:17:004:40 
21.04.96PARÍS3:02:004:19 
20.04.97ROTTERDAM2:58:004:13 
22.02.98SEVILLA2:56:004:10 
28.06.98GIJÓN2:55:404:1023 / 4º veter.
01.11.98NUEVA YORK3:16:004:39 
20.06.99GIJÓN3:01:004:1728 / 2º veter.
28.11.99SAN SEBASTIÁN3:04:424:23370
28.05.00LAREDO3:01:394:1857 / 3º veter.
27.11.00SAN SEBASTIÁN2:56:414:11 
28.10.01VENECIA03:05:514:24500 / 53 veter.
  14.04.02  LONDRES  3:04:57  4:23  1457 (de 40000)
27.10.02VALLE DEL NALÓN (ASTURIAS)3:01:444:1848 (de 194) / 9º veter.
06.04.03PARÍS2:55:184:091169 (de 28992) / 421 (de 9099) veter.
23.11.03SAN SEBASTIÁN3:05:234:24416 (de 1858) / 40 veter.
06.04.04VITORIA3:06:584:26 
03.09.05)SAN SEBASTIÁN3:25:084:52203 (de 762) / 45 (de 136)
09.04.06PARÍS3:04:514:23 
26.11.06SAN SEBASTIÁN3:03:494:21406 (de 1948) / 11 (de 21)
06.04.08


01.03.09
PARÍS


BARCELONA
3:08:03


3:13:24
4:27


4:35
1864 (de 35000) / 163º (de 4030)

1087 (de 8229) / 148 (de 1955)
28.11.10SAN SEBASTIÁN3:24:544:511146 (de 2435) / 68 (de 238)
07.04.13PARÍS3:43:595:18 

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